Nací y me crié en los primeros años de mi infancia en la calle de la Amargura, en la Ciudad Vieja, donde vivían mis padres, Cesáreo y Elia, así como mis hermanos Cesáreo —conocido como Nenocho—, Marilí, Elisa y Javier. Mis padres fueron muy conocidos por haber tenido en la calle Cordelería la empresa Cafés Siboney, que ahora sigue en activo en O Burgo y Baiona. Mis padres eran naturales de Lugo y en plena Guerra Civil decidieron venir a esta ciudad para abrir una pequeña tienda de ultramarinos llamada Mantequerías Gallegas, en el solar que luego ocuparía el edificio de El Pote, conocido como el Corralón, donde estaba la Guardia Civil y que tenía salida por la zona de la plaza de toros.
Mi primer colegio fue el de los Tomasinos, que estaba ubicado en la casa Cornide, donde estuve dos años, tras lo que pasé a los Maristas hasta quinto de bachiller, que terminé en el instituto Masculino. Durante mis primeros años de infancia tuve como amigos a los hermanos Mengotti, Nonito Pereira, los hermanos Roel, Peleteiro y Jorge Teijeiro, a quienes conocí cuando la familia se fue a vivir a Alfredo Vicenti, en cuyos alrededores todavía había bastantes huertas.
Lo que más nos gustaba era jugar a la pelota, para lo que usábamos como portería la puerta del almacén de patatas de Cebrián, que fue presidente del Deportivo. Cerca de allí mi padre abrió una lechería donde hoy se encuentra la cafetería Taboo.
Mi padre se hizo conocido en la ciudad por dirigir la famosa empresa Cafés Siboney, que aún hoy persiste
Mi madre nació en Cuba y se trajo de allí todo lo que pudo, porque gran parte de lo que tenía se lo quedó el gobierno cubano. Entre lo que consiguió quedarse estaba un pequeño proyector de cine con películas que era todo un lujo en aquella época. Con aquel aparato pudimos divertirnos todos los hermanos y nuestros amigos haciendo sesiones de cine en casa. A partir de los doce años empezamos a ir a los futbolines de Casal en Riazor, quien después pondría un carrito de chucherías en el instituto Eusebio da Guarda, donde tuvo una mona que le hizo muy popular.
Otro personaje conocido en esta época fue Clemente, el rey de las piruetas, que en la calle del Derribo, hoy Nuestra Señora del Rosario, hacía virguerías con la bicicleta, así como en todas las cuestas y escalinatas con una gran pendiente. Un recuerdo de aquellos años es cuando íbamos a las playas o a General Sanjurjo enganchados en el tranvía Siboney, lo que era una aventura, ya que en uno de estos viajes me di un buen golpe al saltar en marcha cuando el tranvía no paró en el sitio en el que solíamos bajar. A causa de aquella caída me fastidié las piernas y los brazos al rozarme contra los adoquines. El cine que más nos gustaba a los chavales era el Hércules, donde los chavales nos metíamos con el acomodador Chousa, aunque teníamos que tener cuidado con Isidoro, el del ambigú, porque conocía a mi padre y si hacíamos alguna trastada podía contárselo.
Al acabar de estudiar me puse a trabajar con mi padre, para lo que entraba a las siete de la mañana y salía muchas veces a las once de la noche, incluidos los domingos, por lo que cuando tenía un festivo libre me faltaba tiempo para estar con la pandilla y disfrutar de los guateques que hacíamos en El Patio, en la calle de los Olmos, donde cobrábamos dos pesetas por la entrada y los primeros en llegar se comían las pocas tapas que nos ponían. También solía asistir a los bailes de La Granja, la Parrilla y el Finisterre.
A los veintiún años me fui a la mili, que hice en la Marina a bordo del Sálvora, donde su comandante me dijo que era el peor marino que había pasado por el barco, ya que me mareaba incluso cuando estaba atracado en el puerto. A los veintitrés años me casé con la coruñesa María del Carmen Ferreiro Bocija, a quien conocí en las fiestas de San Pedro de Visma, con quien tuve dos hijas, Mónica y Carmen, que me dieron como nietos a Alejandro y Carmen.
Llegué a ser concejal en el Ayuntamiento por La Coruña Unida, encabezada por Joaquín López Menéndez
Cuando dejé de trabajar con mi padre pasé a la compañía de seguros La Sud América y después de muchos años abrí mi propia correduría, en la que me jubilé. Durante esa etapa de mi vida fui concejal en la candidatura independiente La Coruña Unida, de la que también formaban parte Joaquín López Menéndez, Álvaro Someso, Luis Ripoll y Carmen Fernández Gago. También en esos años decidí hacerme socio del Club de Leones de La Coruña, el primero fundado en esta ciudad, ya que siempre me gustó la labor social y la ayuda a los demás, lo que esta entidad internacional hacía por todo el mundo. Después de más de treinta años en el club me animé a crear con otras personas el de Oleiros, del cual soy presidente y que espero dirigir con la misma ilusión y trabajo que puse en el anterior.