Nací en la calle Federico Tapia, donde vivía mi familia, formada por mis padres Avelino y Mercedes, y mis hermanos Manolo, Mario y Álvaro. Mi padre, natural de Redondela, conoció a mi madre cuando vino a trabajar a esta ciudad, donde fue durante muchos años comercial en La Ganga y después abrió su propio negocio en Linares Rivas en los años cuarenta, llamado Crespera, una tienda de tejidos y de venta al por mayor que desapareció en los ochenta, cuando se derribó aquel edificio y el contiguo, en el que estaba la ferretería de Prieto-Puga.
A los cuatro años empecé a estudiar en el colegio de los Maristas, ubicado en la calle Betanzos, donde tuve como compañeros a Quin, Julio, Rafa, Javier y Genucho, con quienes sigo manteniendo una gran amistad. Estuve hasta los catorce años en ese colegio, en el que lo pasé de maravilla haciendo trastadas por las que nos expulsaban de clase. Mi pandilla tenía de profesora al hermano José Manuel, al que llamábamos el barrigón, que nos daba leña con una regla de madera. En mi calle mis amigos eran Pablo Leviky, Javier Quiroga, Ángel Camarero, José María Lesta, Mari, Marieta, Sofía, Patricia y Fernanda.
Mi padre tuvo hasta los años ochenta una tienda de tejidos al por mayor en Linares Rivas llamada Crespera
Recuerdo que el pavimento de la plaza de Vigo era entonces de tierra y que podíamos jugar sin preocupaciones porque apenas había coches y solo pasaban los dos camiones de Aurelio Ruenes, a los que nos enganchábamos cuando nos aburríamos, ya que circulaban muy despacio. También solíamos meternos con el conductor del carro de caballos que llevaba gaseosas La Revoltosa, ya que como tenía que atender a los caballos cuando subía una cuesta, aprovechábamos para quitarle una o dos botellas, razón por la que acabaron poniéndole un ayudante.
Para divertirnos usábamos los carritos de bolas que construíamos con cuatro tablas y con los que nos tirábamos por pendientes como la Cuesta de La Unión, que empalmábamos con Marcial del Adalid para llegar hasta el muro del puerto en Linares Rivas. Cuando bajábamos toda esa cuesta, un miembro de la pandilla se ponía en los cruces para avisar si venía algún trolebús o camión. Cuando jugábamos a huevo-pico-araña con las chavalas y les tocaba agacharse, los chicos apostábamos sobre de qué color llevaban las bragas, aunque cuando ellas nos dejaban jugar a la cuerda, si llevábamos pantalón corto nos daban trallazos en las piernas hasta dejárnoslas rojas.
Cuando ‘lataba’ me iba al cine de sesión continua y si la película era de Tarzán estaba desde las cuatro hasta las diez
Los días que lataba a clase solía acudir con los amigos a los cines Doré, Rex y Equitativa, que eran de sesión continua, por lo que si la película era de Tarzán estábamos desde las cuatro hasta casi las diez de la noche porque en casa se creían que estábamos en la pasantía. También alquilábamos bicicletas en Cachaza para dar largos paseos a lo largo de la ruta del tranvía a Sada, en la que había muchos árboles con fruta que recogíamos. Otros días que latábamos nos íbamos a pescar panchitos a la Pebsa, donde había muchas pandillas haciendo lo mismo, aunque después de estar allí nos pasábamos una semana oliendo a pescado.
También pasamos buenos ratos jugando al fútbol junto al chalé de Molezún, donde esa familia tenía un fabriquín, por lo que en San Juan íbamos allí para coger toda la madera que podíamos, aunque como entonces aún se usaban las cocinas bilbaínas la tenían vigilada, por lo que si no podíamos cogerla allí nos íbamos a las pilas de madera del muelle.
Cuando comenzó mi juventud fui con mi pandilla a los guateques que se organizaban en el chalé de Joaquín en la ronda de Nelle, donde vivimos nuestros primeros ligues. Los fines de semana recorríamos las calles de los vinos y finalizábamos el día en las cafeterías de la plaza de Vigo, pero si nos daba por ir a bailar teníamos en la misma zona las discotecas Pompón y Rigbabá. Un día que estaba en la cafetería Marabú con mi pandilla conocí a María Dolores, que acabó siendo mi mujer, unión de la que nació nuestra hija, conocida como Lolocha.
Al acabar el bachiller estudié Diseño de Interiores en la Escuela de Artes y Oficios de la plaza de Pontevedra, estudios que compaginé con los de escultura y artes plásticas con ayuda del artista Escudero. Llegó a ser mi profesión durante muchos años, con la que conseguí premios a nivel provincial, regional y nacional. También estudié Arquitectura de Interiores, a la que me dediqué durante mucho tiempo mediante la reforma de locales comerciales en varias ciudades, hasta que finalmente opté a una plaza de funcionario que ocupé hasta mi jubilación.